¿Recesión, estanflación o el gran giro de la IA?

Una guía clara para navegar el mercado en 2025 sin perder el foco entre titulares, métricas y promesas de la IA generativa.
El dilema 2025: recesión vs. estanflación
Si algo define a 2025 es la sensación de estar parados en una encrucijada. Por un lado, los temores de recesión aparecen cada vez que los indicadores de actividad se enfrían; por el otro, la palabra estanflación asoma cuando la inflación se resiste a bajar al ritmo esperado mientras el crecimiento pierde impulso. Entre ambos extremos, el mercado se aferra a la narrativa del soft landing, ese “aterrizaje suave” en el que el ciclo se reequilibra sin dolor profundo. ¿Cuál de los tres domina hoy?
Para entenderlo conviene mirar menos el ruido diario y más la lógica del ciclo. Cuando las tasas de interés permanecen altas por más tiempo, la economía va digiriendo el costo financiero con retraso: refinanciaciones más caras, consumo más selectivo y capex que se decide con lupa. Ese frenazo progresivo suele tardar trimestres en completarse, y por eso los datos se vuelven mixtos: un PMI que cede, un empleo que aún aguanta, una inflación subyacente que baja despacio. No es contradicción; es la digestión propia de un ciclo tardío.
La palabra estanflación no debería usarse a la ligera. Técnicamente, exige inflación terca más crecimiento anémico por un período sostenido. Lo que sí estamos viendo es la posibilidad de “estanflación transitoria”: servicios y salarios que desinflan con parsimonia, mientras ciertos sectores ya sienten la desaceleración. Ese cóctel sube la prima de riesgo sobre bonos del Tesoro de largo plazo y obliga a los índices bursátiles (S&P 500 incluido) a reconectar con ganancias reales y márgenes, no con múltiplos en expansión permanente.
Para el inversor, el punto práctico es identificar señales que eleven la probabilidad de cada escenario. Si el IPC y la inflación de servicios dejan de caer o el petróleo repunta de forma persistente, sube la probabilidad de un sesgo estanflacionario. Si el empleo se enfría con claridad y los pedidos de bienes durables caen en cadena, el péndulo se acerca a una recesión clásica. Si ambos se estabilizan y las expectativas de inflación anclan, entonces el soft landing sigue con vida. No hay que adivinar: hay que actualizar probabilidades con datos y no casarse con un único relato.
El gran giro de la IA: productividad, capex y nuevo ciclo de beneficios
Mientras el mercado discute el ciclo, la IA generativa actúa como fuerza estructural que atraviesa todos los escenarios. El punto no es si la IA “crea una burbuja”, sino cómo y cuándo se traduce en productividad y beneficios. En 2023–2024 el foco estuvo en la infraestructura: semiconductores, centros de datos, nube y un capex colosal en entrenamiento de modelos. Ese impulso se notó en líderes de hardware y en proveedores de energía para data centers. En 2025 la conversación se desplaza gradualmente hacia el lado del usuario: copilots que ahorran horas, automatización de flujos, analítica y agentes que empiezan a mover la aguja de costos y ventas.
La clave es la secuenciación. Primero llegan los picos de inversión y márgenes comprimidos en los que construyen la base. Luego, cuando las herramientas se integran en procesos masivos, empieza el dividendo de productividad. Ese “giro” no ocurre en una sola temporada de resultados; se difunde por industrias con ritmos distintos: servicios financieros, software empresarial, retail, salud, industria. Donde la IA toca tareas repetitivas y cuellos de botella, el retorno es tangible; donde choca con regulación o datos fragmentados, se demora.
Para el mercado, esto implica dos cosas. Uno, que el ciclo de beneficios puede desacoplarse parcialmente del ciclo macro: incluso con crecimiento moderado, la productividad vía IA sostiene márgenes en empresas que ejecuten bien la adopción. Dos, que la composición del liderazgo cambia: tecnología sigue en el centro, pero emergen ganadores en energía eléctrica, equipamiento, ciberseguridad, software vertical y hasta en materias primas ligadas a la infraestructura (piensa en cobre). Hablar de IA ya no es hablar solo de NVIDIA; es hablar de una cadena de valor entera y de una ola de casos de uso que pasan del PowerPoint a los KPI.
Este es el “gran giro”: pasar de promesa a ROI operativo. Cuando un CFO muestra que los copilots recortan 10–20% de tiempos en back office, o que la analítica eleva la conversión en e‑commerce, el mercado deja de discutir “si la IA vale” y empieza a precificar quién captura el flujo de caja. Ahí es donde se separan historias bonitas de moats reales: datos propios, distribución, integración en workflows y, sobre todo, velocidad de despliegue.
¿Cómo posicionarse? Tres marcos simples para no perderse
Más que recetas mágicas, hacen falta marcos de decisión que funcionen en cualquiera de los tres escenarios. Propongo tres, sencillos y complementarios.
Marco 1: Sensibilidad a tasas. Haz un mapa mental de tu cartera según duration: qué parte sufre si el rendimiento del 10 años sube 50–75 puntos básicos, y cuál se beneficia si cae. Las compañías intensivas en crecimiento futuro son más sensibles a tasas; las de flujos presentes y balance sólido resisten mejor. Con ese mapa, puedes rebalancear cuando los datos de inflación/empleo mueven las curvas, sin esperar a “certezas” que nunca llegan.
Marco 2: Exposición al dividendo de IA. No todo es comprar el “pick and shovel” obvio. Define tres capas: infraestructura (chips, data centers, energía), plataformas (nube, seguridad, herramientas de desarrollo) y aplicaciones que tocan el P&L. Apunta a tener presencia en las tres, priorizando empresas que muestren adopción medible. El objetivo no es adivinar el próximo unicornio, sino diversificar la captura del retorno de productividad.
Marco 3: Defensivas macro humildes. Las acciones defensivas no tienen por qué ser aburridas. En escenarios de estanflación transitoria, la energía y algunos metales pueden actuar de cobertura parcial; en recesión clásica, los bonos de alta calidad y sectores defensivos aportan amortiguación; en soft landing, los cíclicos de calidad y small caps con apalancamiento operativo razonable suelen brillar. La palabra clave es humildad: ajustar la mezcla a medida que la probabilidad de cada escenario cambia con los datos.
Lo que vigilaría en las próximas 8–12 semanas
Para no perderse en la vorágine informativa, conviene una lista corta de catalizadores:
— Trayectoria del IPC subyacente y la inflación de servicios.
— Tendencia de PMI (manufactura y servicios) y pedidos de bienes durables.
— Evolución del precio del petróleo y spreads energéticos.
— Señales de enfriamiento en empleo (vacantes, salarios, horas trabajadas).
— Guias de capex y comentarios de CFOs sobre ROI de IA en conferencias y reportes.
Si estos cinco ejes se inclinan al mismo lado, el mercado lo sentirá en múltiplos, en spread de crédito y en la volatilidad. Y si se contradicen, recuerda: el objetivo no es ganar debates en redes, sino proteger y hacer crecer el capital con disciplina.
Conclusión. 2025 es un año para navegar con brújula y altímetro: la brújula es la dirección del ciclo (recesión, estanflación o soft landing) y el altímetro es la IA elevando –o no– la productividad real. Con ambos instrumentos calibrados, puedes evitar los extremos de euforia y fatalismo, y enfocar la cartera en donde están los flujos de caja que importan. Esa es la diferencia entre ver la IA como un eslogan y verla como un motor de beneficios en el tiempo.